jueves, 6 de agosto de 2015

Adiós, Reinita

Mi querida Reinita:

Te fuiste hace casi ya una semana, con el mes de julio: la misma noche en la que brillaba el cielo la llamada Luna Azul que a partir de ahora siempre me hará pensar en ti.

Aunque me consuela saber que te fuiste de manera natural, y sin dolor, supusiste tal cambio en la vida de la familia Gallego Alberca, que a todos nos sigue doliendo que ya no estés con nosotros.

Aún recuerdo la primera vez que te vi: Era la Nochebuena del año 2000, yo contaba con 7 años de edad y mi hermana Laura con 4. Bajo el árbol, "Papá Noel" nos había dejado una pequeña caseta de perro con la puerta orientada hacia arriba. Cuando me acerqué para asomarme vi el cachorrito de Yorkshire más bonito que jamás había visto en mi corta vida. Acompañando a ese cachorrito, había una nota, en la que se nos explicaba a mi hermana y a mí que se trataba de una perrita llamada Reina y que había nacido un mes y medio atrás.

Desde el primer momento fuiste una perrita muy querida, siguiéndonos a todas partes, jugando con cualquier cosa, mordisqueando la correa, y cómo no, cabalgando tu querido peluche blanco.

A medida que fuiste creciendo te convertías en la mamá de la familia, preocupada de que todos estuviésemos bien, controlándonos con tu atenta mirada y visiblemente intranquila si no nos veías juntos, igual que un pastor controlando su rebaño. Has cuidado de nosotros siempre y nos has dado el amor más fiel, sincero y desinteresado que solo un perro sabe dar.

Llenaste nuestro hogar de alegría, saliendo a recibirnos animada cada vez que volvíamos a casa y mirándonos fijamente apenada cada vez que nos marchábamos sin ti. Tenías una mirada tan sincera y profunda que todos coincidíamos en que era casi humana.

Desde bien pequeñita lo dabas todo por nosotros, arriesgando incluso tu integridad física, como aquella vez en la que papá se metió en las aguas congeladas de Riomundo y tú, sin pensártelo dos veces, te zambulliste tras él en su rescate.

Nunca olvidaré cómo pasabas momentos con mamá, bailando con ella cada vez que limpiaba la casa con música animada o con Laura, cuando ella te hablaba y tú respondías con aullidos.

También recuerdo cuando era pequeño y volvía del colegio, las veces que la abuela se quedaba en casa, cómo no te separabas de ella, creando un vínculo de conexión entre las dos, que a mí me gustaba apreciar. Seguramente ahora estaréis juntas, y no sufro porque sé que no estás sola.

Poco después te hiciste mamá, con dos camadas de cachorritos adorables y juguetones, de los que terminamos adoptando al pequeño Milú, que ha vivido a tu lado y al nuestro desde el año 2005. Es increíble cómo has dejado tu huella en esos pequeños, y estos días he podido apreciar rasgos tuyos en Hannah y Milú, y cómo tu estirpe continuará con ellos y sus hermanos, aunque ninguno tiene esa mirada tan intensa que tú lucías con tanto orgullo.

Con Milú dejaste de ser la única perrita de la casa, pero eso no te hizo ser menos activa o cariñosa, sino todo lo contrario. Tu instinto maternal me sorprendió desde el momento mismo en el que diste a luz las dos veces, en las que esperaste a papá para que te ayudara en esos momentos tan importantes para ti, al igual que hiciste en tu último día.

Siempre has sido una perrita muy muy lista. No hubo casi que educarte y mirabas fijamente cuando te hablábamos. Nunca olvidaré los momentos que he pasado contigo, pequeña:
Cómo venías a consolarme cuando me veías triste, acercando tu cabecita a mi mano para que te acariciase; cómo dormías conmigo en la cama casi todas las noches, aunque no me dejasen subirte; cómo me esperabas en la puerta de mi habitación, tumbada durante días cada vez que me iba a Madrid y cómo me hacías ser la mejor persona que sabía solo porque me estabas mirando con tanto amor.

Nunca podré superar tu pérdida, cosita, pero tendré que aprender a vivir con ello, al igual que todos los miembros de la familia, que te hemos querido y te seguimos queriendo muchísimo.

Has sido la mejor perra que hemos podido desear y por eso nos duele tanto tu recuerdo, porque sabemos que es irreemplazable al haber formado de una parte tan tan importante de nuestras vidas.

Sé que nos esperarás incansable, dondequiera que estés, hasta que vayamos a reunirnos contigo, porque tú eres así: fiel, buena, muy cariñosa y sobre todo familiar, aunque ya no estés en este mundo.

Supongo que el amor y la muerte nos convierten a todos un poco en filósofos y tú, Reinita, me has inspirado tantísimo en esta vida que es difícil creer que ya no estarás nunca más aquí.

Ahora todos en la familia estamos pensando muchísimo en ti, deseando haber pasado más tiempo contigo, o haber aprovechado más las horas juntos, pero nos sentimos felices y orgullosos de la vida que has tenido, porque has superado con creces la expectativa media de vida en un Yorkshire de tu tamaño. El haber vivido catorce años, ocho meses y veinticinco días nos sugiere que has vivido una vida feliz, larga y muy completa. Y me consuela muchisimo el hecho de saber que moriste en brazos de mamá y papá, sintiéndote arropada, querida y acompañada.

Muchísimas gracias por todo lo que hemos vivido juntos, Reinita. Jamás podré olvidarte. Ninguno de nosotros podrá: Tus patitas cortas, tu figura redondita, tus enmarañados bigotes y tu pelaje negro y anaranjado, pero en especial, si hay algo que recordaré mientras viva es esa mirada tan intensa con la que nos dabas a entender que nos entendías sin necesidad de decir una sola palabra.

Hasta que volvamos a vernos, cosita.

Te quieren,

Milú, Dani, Laura, Rafa y Marisol.