lunes, 11 de noviembre de 2013

Más reflexiones

Supongo que una de las cosas que un escritor debe aprender tarde o temprano es a mostrar sus sentimientos tal y como son. A plasmarlos en el papel y dejar que fluyan mediante la palabra. Sí, también importa lo que los lectores piensen, pero es muy secundario. No porque a ellos no les guste tienes que dejar de ser tú.
 Rota esta barrera, os contaré cómo me siento, porque necesito escribir para que mi alma pueda desahogarse.

Sinceramente, no me siento en mi mejor momento. Llevo varias noches durmiendo poco y esta parece ser una más, ya que son las 3:00 A.M. y aquí sigo sin que el sueño me ronde. Quizás tenga muchas preocupaciones en la cabeza, pero he pensado que este es un momento tan bueno como cualquier otro para retomar mi blog.

Ahora que lo pienso, cuando más inspirado estoy es por la noche, siempre. Es cuando las palabras fluyen mejor a través de mí. Supongo que me siento protegido en el amparo de la noche, iluminado únicamente con la luz de la pantalla de mi portátil mientras Madrid, España y todos los seres que amo y conozco están durmiendo. Me siento una especie de guardián o protector en este momento.

Sin embargo, no me siento especialmente orgulloso ahora. Estoy dolido. Llevo unos días sintiendo una conjoga interna que no me deja vivir y se apodera de mí cada vez que estoy solo, sin pensar, como por ejemplo por las noches.

La verdad es que me siento solo. Terriblemente solo. Pienso que mis amigos y familia están allá en Alicante. Me quieren y me apoyan y lo sé. Sin embargo, no es por ellos por quien me siento tan solo.
Para un romántico como yo, es imposible ver parejas en la realidad y en la ficción y no sentir nostalgia por lo que una vez viví por esa chica.

Todos hemos tenido relaciones desastrosas, y probablemente ésta que terminó haya sido la más caótica que he vivido y viviré. Pero ella fue la chica que más he amado en toda mi vida.
En noches como esta me pongo a pensar y echo de menos aquellos instantes que eran solamente nuestros: Cómo la veía dormir y le acariciaba el pelo, cómo hacíamos el payaso juntos cantando y bailando, cómo la hacía reír y la veía disfrutar al meterse conmigo con una pícara sonrisa, cómo iba a verla solo porque necesitaba un abrazo, cómo me consolaba oír su voz al teléfono siempre que la echaba de menos, cómo le olía el pelo, cómo me miraba con amor, cómo sabía lo que estaba pensando aunque tratara de disimular...

Sé que no me hace ningún bien pensar todo eso, pero ¿no habéis perdido vosotros también a un gran amor? Lo peor es que no todo fue bueno. A día de hoy sigo convencido de que llegamos a un punto insostenible, y si seguíamos juntos acabaríamos por destruirnos mutuamente. Pero eso no significaba que dejara de quererla. La herí, vale. Ella también me hirió. Todos somos humanos y nadie nace sabiendo. Aunque sé que nunca ninguno de los dos obró con mala intención.

Han pasado 168 días desde que rompimos y SINCERAMENTE, creí haberlo superado. Durante el verano yo estaba en Alicante y ella bastante más lejos. Me contó que había empezado una historia con otro chico y le deseé suerte de todo corazón.

Sin embargo, al coincidir de nuevo en la misma ciudad todo volvió atrás. Ella era la misma, pero algo había cambiado. Se la veía realmente feliz, sin rastro de la tristeza o de la ansiedad o de la amargura.
Inconscientemente me atribuí a mí todo lo malo que le había ocurrido. Tenía la prueba frente a mí:La vida sin mí era mucho mejor. No tenía preocupaciones ni estrés.

De repente me sentí fatal. Fatal por seguir queriéndola. Porque sabía que debía deshechar ese pensamiento de la cabeza. Ella estaba con otro y sigue estándolo. No nos aportaría nada bueno volver juntos. Ambos lo sabemos, lo vivimos y lo comprobamos.
Sin embargo, ¿por qué sigo sintiendo un amor tan fuerte hacia ella? Es el eterno dilema, la milenaria batalla entre razón y corazón.

Pero ella sigue ahí. La veo y mi cuerpo me pide acercarme y besarla con cariño en los labios. Si caminamos por la calle, mi mano busca la suya inconscientemente.
Y lo peor de todo, cuando nos separamos y me voy a la cama, no puedo dormir pensando en ella, en lo que pudo ser y no fue, en que estos pensamientos deberían estar prohibidos, sabiendo lo que sufrí.
Sin embargo ahí siguen...

Hay una escena muy emotiva de la película "Un gran amor", en la que hablan el chico y la chica. Se embarcan en un gran proyecto juntos, corriendo un gran riesgo para estar unidos y ella está preocupada porque no sabe qué será de su futuro juntos, por lo que le dice a su chico:

  - Nadie pensó que haríamos esto. Nadie cree realmente que vaya a salir bien, ¿eh?
  - No -responde él-. Has descrito la historia de un éxito.

Es ridículo, porque tengo muchas cosas por las que dar gracias en esta vida. Pero mi vida es cíclica, y siempre paso por las mismas fases o los mismos estados de ánimo. Ahora ha vuelto mi famoso "Necesito a alguien". Y ha vuelto peor que nunca, arrasando por completo mi ánimo. "¿Por qué?" Os preguntaréis. Pues bien. En todos mis "necesito a alguien" anteriores estaba enamorado del amor, de la idea de estar con alguien, pero sin haber llegado a vivirlo realmente. Siempre como un anhelo basado en ilusiones.

Sin embargo, esta vez es diferente. Porque gracias a ella pude ver lo que era el amor de verdad. Pude ver lo que era estar realmente enamorado y digo a ciencia cierta que ella ha sido la persona que me ha hecho tocar el cielo. Había momentos con ella en los que no me importaba morir, porque era completamente feliz y tenía a mi lado a quien quería tener exactamente.
Al margen de todo lo desastroso que pudiese resultar al final, mi cerebro en noches como esta solo recuerda los momentos felices, y el cerebro es tan cruel que basta con que lo pienses para que sueñe con ellos una y otra y otra vez, haciéndome sentir terriblemente solo.

James Whitaker.