viernes, 30 de agosto de 2013

Reflexiones varias

¡Hola chicos!
En primer lugar, quería decir que me siento realmente decepcionado y defraudado conmigo mismo por el haber dejado de escribir en el blog durante tanto tiempo. Realmente han ocurrido muchos acontecimientos este verano dignos de ser escritos e inmortalizados en este blog, pero no ha sido así, quizás por la falta de tiempo, o la pereza o qué sé yo.
En cualquier caso, quiero que, como dije, mis entradas en el blog sean algo habitual. ¿Qué clase de escritor seré si no practico la escritura?
Por eso mismo, en esta entrada quiero recuperar en parte todo el tiempo que he estado sin publicar. En este caso no hablaré de un asunto concreto, sino que lo haré por el placer de escribir, de notar mis propias palabras saliendo de mí a través de mis dedos.
La verdad es que echaba de menos poder comunicarme mediante la escritura.
Hoy es 30 de agosto, y para muchos, el verano está a punto de acabarse. Yo, por suerte, no empiezo la Universidad hasta octubre. Volveré a Madrid entonces, pero me da la sensación de que, con todos mis amigos en clase desde septiembre, será algo aburrido permanecer en Alicante, lo cual puede que me anime a seguir compartiendo mis reflexiones con vosotros.
Este verano ha sido especialmente largo y no tan emocionante como veranos anteriores. No me malinterpretéis, he hecho bastantes cosas y no me arrepiento de ellas, pero me he quedado con la sensación de que me ha faltado algo...
Ha sido un verano completo, en el que he podido disfrutar de un concierto de Bon Jovi (uno de mis grupos favoritos). De hecho, quería haberle dedicado una entrada en este blog al concierto.
Fue un concierto espectacular. Como probablemente hayáis escuchado, fue el 27 de junio en el estadio Vicente Calderón de Madrid. El concierto fue noticia porque el grupo no cobró ni un euro por la actuación. No querían dejar tirados a los fans españoles y por ello decidieron tocar gratis. Un gesto admirable y desinteresado con el que se ganaron todos nuestros corazones. El precio del concierto fue low-cost, entre los 19 y los 39 euros, para pagar a los mediadores, operarios e intermediarios españoles encargados de organizar el espectáculo.
Fue una experiencia única de la que disfruté como un enano. Todo allí era emocionante: Ver el estadio lleno con 50.000 personas ansiosas por que saliera el grupo, el escenario espectacularmente decorado con la parte delantera de un Cadillac enorme (como podéis ver en la foto)... Pero sobre todo, lo que más me impresionó una vez más fue comprobar el poder de la música en directo. Es lo realmente mágico de los conciertos, casi puedes sentir el aura de las almas del público saliendo y formando parte de un todo. Aunque no nos conociésemos entre nosotros, por una noche 50.000 personas entramos en unión cantando al unísono, coreando esos grandes clásicos. Abrazándonos y llorando en muchos casos. Fue algo alucinante y realmente os aconsejo que vayáis a algún concierto de este tipo para poder experimentarlo. Es una vivencia única que todos deberían vivir.

Por otra parte, disfruté de las Hogueras aquí en Alicante. También fue algo destacable ver cómo todos los alicantinos se unen en un mismo proyecto y durante unos días reinaba el ambiente de ilusión y familiaridad en las calles. Todo lleno de barracas, un ambiente de fiesta y despreocupación. Fue agradable estar en Alicante durante esos días.
Realmente, yo nunca me he sentido muy familiarizado con las Hogueras, ni han significado tanto para mí como para el resto de alicantinos (en muchos casos, mucha gente llora de pena cuando queman las Hogueras), pero supongo que me he ido haciendo mayor, y a raíz de vivir en Madrid he aprendido a valorar más y a añorar mi querida Alicante y sus tradiciones.
Estas Hogueras las he vivido con mucha ilusión pero, sin duda, lo que más me ha gustado fueron los Fuegos Artificiales.
Para los que no lo sepan, después de la Cremà (la noche en la que se queman las Hogueras), durante cinco noches, se lanza un espectáculo de fuegos artificiales al cielo, orientados al Mar, culminando con la última noche, que el espectáculo queda a cargo de los Pirotécnicos ganadores del año anterior.
Pues bien, yo llegué a Alicante justo a tiempo de ver la última noche de los fuegos (los días anteriores había estado en Madrid por el concierto de Bon Jovi) y la verdad es que fue un espectáculo impresionante.
Durante unos veinte minutos podía sentir el silencio en la ciudad de Alicante. Todo el mundo a aquella hora se había detenido para contemplar los fuegos artificiales. Fue increíble ver cómo el cielo nocturno alicantino se llenaba de luz, de color y de sonido. Durante ese tiempo, los alicantinos nos olvidamos de nuestros problemas, de nuestras preocupaciones... Únicamente debíamos ver aquel espectáculo hecho únicamente para nosotros. Realmente tenía razón aquel que dijo: "Las mejores cosas de esta vida son gratis".
Los fuegos artificiales tenían formas caprichosas. Mis amigos y yo llegamos a adivinar caras de gatitos y smileys entre ellos. Los pirotécnicos aprovechaban los silencios, luego lanzaban secuencias seguidas. Fue casi como escuchar una melodía, o ver una coreografía. Una sincronización, tan especial, tan única...
Cuando finalizó, me sorprendí a mí mismo emocionándome al escuchar los aplausos provenientes de todos los rincones de la ciudad. Yo mismo aplaudí, conmovido por lo que acabábamos de presenciar. Realmente fue un espectáculo maravilloso.
Pensándolo bien realmente, me sorprendí instantes después, ya que todos los años había contemplado los fuegos, pero ningún año los había vivido como en este 2013. Ahí me di cuenta de que había empezado a cambiar. Ya no soy ni seré el de antes. Lo cual aún no es bueno ni malo, depende de mí.
También he estado gran parte del verano ocupado aprendiendo dos habilidades que hace un año no poseía: la hostelería y la conducción. Por una parte, he estado todo el verano ayudando a mis padres en su cafetería (que abrieron hace menos de un año), por lo que he sido y seré un simpático camarero hasta que vuelva a Madrid. Por otra parte, estoy intentando sacarme el carné de conducir desde julio, y ya queda menos, porque me examino en unos días.

En la parte cultural, este verano no he hecho tantas cosas como me habrían gustado, ni tampoco en mi parte "aventurera". Pero bueno, el verano aún no ha terminado y pueden ocurrir todavía muchas cosas.
He leído pocos libros este verano, en comparación con veranos anteriores, pero quería destacar uno de ellos, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Me ha gustado mucho y querría terminar esta entrada con una cita del libro:
 
"«Cuando uno muere, debe dejar algo tras él», decía mi abuelo. Un libro, un hijo, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos que se ha hecho uno mismo. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de manera que tu alma tenga algún sitio adonde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor que tú plantaste, tú estarás allí. Mi abuelo decía: «No importa lo que hagas mientras cambies algo respecto a cómo era antes de tocarlo y lo conviertas en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped podría no haber estado allí, pero el jardinero siempre permanecerá en ese lugar»."

Es algo que, cuando lo leí me hizo pensar, y me gustó mucho. Espero que también vosotros lo valoréis. Me hizo pensar en todas las grandes cosas que quiero conseguir en esta vida. Y eso me llevó a pensar en este blog. Si no soy capaz de mantener algo tan simple como un blog, ¿cómo voy a pasar a otro nivel? Así que iré por partes, y os garantizo que tendréis muchas entradas más. Quiero dejar mi esencia en todas estas entradas, parte de mí, y nunca perderé las ganas de escribir.
Sin nada más que añadir por el momento, me despido hasta la siguiente entrada (que no tardará tanto como esta en ver la luz). Un saludo para todos y hasta la próxima.

James Whitaker.